Hemos vuelto hace un rato del entierro
de nuestro hermano Yves Pelletier que ha tenido lugar en
Makalondi esta mañana. Nos hemos reunido casi todos los
sacerdotes, religiosas de la diócesis y un buen número de
seglares a la salida de Niamey esperando la llegada de su
cuerpo y luego hemos recorrido en comitiva los 100 Kms que
nos separaban del lugar de su sepultura.
El camino es un erial casi todo él. Hay
zonas de sabana donde crecen los arbustos y alguna acacia
achaparrada. "Antes esto era un terreno de elefantes y leones.
Había que atravesarlo con mucho cuidado y no cualquiera
se atrevía a hacerlo", nos comenta Emmanuel originario de
estas tierras. A la entrada de los poblados que atravesamos
hay montones de leña bien apilada para transportarla a la
ciudad, es una de las fuentes de ingresos para una población
de viento y polvo; como no se tomen medidas urgentes el
desierto hará pronto su aparición:
- Y pensar que esto llegó a ser un bosque,
se lamenta Michel.
Poco antes de llegar a la misión entramos
en una zona arbolada y umbrosa. Nos encontramos con varios
baobabs, karités, caycedras. Una multitud discreta y afable
nos acoge, Cuantos pueden ser ¿quinientos? Más, seguramente
más; sorprende una asamblea cristiana tan numerosa en este
país musulmán. Saludamos, reconocemos a unos y a otros,
intercambiamos frases de amistad y surgen también los pésames
hacia los compañeros SMA…Hay una delegación de Fada N'gurma
y Kantchari (Burkina Fasso) vecinas, delegados de la diócesis
de Maradí, sacerdotes y seglares italianos que cooperan
con las misiones de Bomuanga y Makalondi. Se ha cavado la
sepultura al lado de la iglesia que tiene forma cónica,
como una choza del lugar, bajo las acacias.
La procesión de entrada la iniciamos en
la residencia de los misioneros en silencio. Mucha gente
se ha tenido que quedar fuera de la iglesia, no caben en
el interior. Al entrar nos acoge un canto en lengua gurmanché,
muy suave, apenas supera un murmullo cantado al unísono
por toda la asamblea que se aprieta dentro de templo de
forma circular. Me sobrecoge; parece un viento que acaricia
las copas de los árboles, olas mansas que llegan hasta la
orilla. Me da la impresión de entrar en el seno materno,
en un lugar de paz acunado por las entrañas de Dios. Todos
se mueven levemente llevando adelante su melopea de bienvenida.
Me recuerda aquel: "Qué alegría cuando me dijeron…" que
canturreaba mi madre poco antes de morir.
Preside la celebración el Vicario General
de la diócesis, Laurent. Es de aquí y conoció muy bien a
Yves, creo que fue él el que le llevó al seminario.
- Hoy vamos a celebrar la Eucaristía
en gurmanchema. Estoy seguro que es lo que hubiese querido
Yves. Es nuestra lengua y es la lengua que aprendió y
que hablaba a la perfección. Este es el misal que tradujo
al gurmanché y que escribió a mano, el libro de lecturas…
que el Espíritu de Dios, a los que no entendéis, os revele
su mensaje.
Laurent habla y provoca murmullos, alguna
sonrisa; todos están pendientes de sus palabras:
- Entre los que estáis aquí ¿Quién es
hoy su padre y su madre y sus hermanos y su familia? ¡Que
se levante!
Toda la asistencia, como una sola persona,
se pone en pie: ancianos, hombres y mujeres, jóvenes y niños.
- Es verdad, vosotros sois hoy la familia
de Yves. Lo recordareis en vuestro corazón y él será vuestro
valedor allá arriba; por eso se queda con nosotros, a
la sombra de esta iglesia.
La Misa continúa, en el momento de la
bendición final, todos los miembros de la SMA nos acercamos
al ataúd y rezamos la oración misionera que tenemos la costumbre
de rezar: por la misión de la Iglesia y por África, por
los más pobres:
- En más de una ocasión, continua el
Vicario General, le oí decir al padre Yves que se encontraba
más a gusto en Makalondi donde pasó dieciocho años, que
en Francia. Dios escuchó su oración y aquí se quedará
para siempre, con nosotros, para nosotros.
-- Amen. Que así sea, responde la multitud.
Nosotros nos volvemos a Niamey; tenemos
que regresar a Tera. La mayor parte se quedará y participará
en la comida comunitaria y enseguida se tomará el camino
de regreso. Aquí las acogidas son largas, los saludos copiosos,
pero las despedidas de sobaquillo y por la sombra si la
hay, muchos cargados de recuerdos, alguna nostalgia y con
el alma un poco en vilo. |